Caminaremos por los mismos callejones, tú de puta y yo de narco. Ayunaremos un par de días, jugaremos a los ascetas. Nos pondremos piercings en los pezones y te perseguiré mientras corres desnuda por toda la habitación. Un par de horas sentados platicando pendejadas en una banqueta. Te curaré las heridas, me llamarás por mi nombre.
El diablo dejará su huella en nosotros y procuraremos no privarnos de ninguna perversión. Un látigo de siete puntas, un vibrador con velocidades. Y con el paso del tiempo, me enamoraré perdidamente de tu madre, y a sabiendas del peligro, me echaré unas chelas con tu padre. Un secreto tras otro. Una retahila de confesiones.
Amaneceremos en el charco de nuestros fluídos. Inocentes, libres del mundo, sin sangre en las manos. Y yo estaré ahí por la simple razón de que sabré que no encontraré otro rincón igual en el que pueda guarecerme del peligro inminente que represento para mí. Pinche niñito miedoso que se caga en los calzones.
Pero me cubrirás con la sabiduría natural de las mujeres. Comerás de mi carne, descansarás en mi cuerpo, porque mi corazón es la fruta que te dará las sensaciones que necesitas.
Pasarán los años y envejeceremos, y pasarán otros tantos antes de que me olvide de ti. Me habrás mentido, te habré engañado. Y pesar de todo, mantendremos esa vieja mirada de complicidad en el delito. Para esos entonces, y con los vergazos que ello implica, ya habremos aprendido a decir "te amo" con los ojos, pero no lo haremos: los "te amo" siempre se quedan cortos.
Caminaremos a cuestas, mujer, tú de puta y yo de narco.
Mierda, seremos invencibles.
El diablo dejará su huella en nosotros y procuraremos no privarnos de ninguna perversión. Un látigo de siete puntas, un vibrador con velocidades. Y con el paso del tiempo, me enamoraré perdidamente de tu madre, y a sabiendas del peligro, me echaré unas chelas con tu padre. Un secreto tras otro. Una retahila de confesiones.
Amaneceremos en el charco de nuestros fluídos. Inocentes, libres del mundo, sin sangre en las manos. Y yo estaré ahí por la simple razón de que sabré que no encontraré otro rincón igual en el que pueda guarecerme del peligro inminente que represento para mí. Pinche niñito miedoso que se caga en los calzones.
Pero me cubrirás con la sabiduría natural de las mujeres. Comerás de mi carne, descansarás en mi cuerpo, porque mi corazón es la fruta que te dará las sensaciones que necesitas.
Pasarán los años y envejeceremos, y pasarán otros tantos antes de que me olvide de ti. Me habrás mentido, te habré engañado. Y pesar de todo, mantendremos esa vieja mirada de complicidad en el delito. Para esos entonces, y con los vergazos que ello implica, ya habremos aprendido a decir "te amo" con los ojos, pero no lo haremos: los "te amo" siempre se quedan cortos.
Caminaremos a cuestas, mujer, tú de puta y yo de narco.
Mierda, seremos invencibles.